EL TEMOR A LOS ESPEJOS. Artículo del Dr. Javier Vilosio
por el Dr. Javier O. Vilosio – 6 de julio 2020
Médico. Máster en Economía y Ciencias Políticas
La pandemia es una crisis social y política desencadenada, claro, a partir de un fenómeno biológico. Una crisis que, como otras, pero con una escala fenomenal, nos obliga a atender unos problemas enormemente complejos, que, en general, preferíamos ignorar.
Así como un virus no tiene intenciones, ni maldad; la pandemia no tiene virtudes, ni voluntad. (Ni el cuidado de la salud es una guerra). Pero esta crisis nos enfrenta en forma acuciante, y desde varios puntos de vista, con al menos tres tipos de problemas esperables, y una condición verdaderamente novedosa.
Los problemas son: la certeza de la incertidumbre (un temor que habitualmente preferimos no enfrentar), las condiciones que ya conocíamos y nunca resolvimos (lo que guardamos debajo de la alfombra), y las promesas hechas que no se podían cumplir (¿un costo de la política?).
¿Y qué hay de nuevo?: lo que no estuvo presente en anteriores pandemias que atravesó la humanidad es la existencia de las redes sociales y el impacto fenomenal que tienen en la población, catalizando y amplificando en magnitudes extraordinarias y con gran velocidad las tribulaciones de una sociedad “líquida”1, enfrentada a un escenario en el que se juegan variables muy complejas que, además, la política necesita simplificar.
No conocíamos, claro, las peculiaridades del SARS-CoV-2 ni la epidemiología y la clínica de la COVID-19.
Pero frente a tal desconocimiento sí sabíamos que en la ciencia no hay certeza, y que toda verdad científica es refutable. Sin embargo, abundan los discursos de expertos que afirman sus verdades con vocación profética o militante. Incluyendo a profesionales de la salud que vaticinan la muerte para los infieles a su credo. Algo que hasta ahora solo considerábamos propio de la política.
También sabíamos que, al decir de George Box2 “En esencia, todos los modelos están equivocados, pero algunos son útiles”, pero muchos expertos y opinadores se han aferrado a sus cuentas y proyecciones, transmitiendo la impresión de que los números son lo central, cuando lo que sucede más allá de las hojas de cálculo y las presentaciones es una crisis económica y social de magnitudes enormes, en un país donde estas dos variables ya venían muy afectadas. Pero tenemos más expertos en infectología dispuestos a opinar en los medios, que instituciones en condiciones de dar una respuesta social efectiva. El reduccionismo puede ser un pecado de ignorancia, pero también de soberbia.
Desde hace décadas venimos hablando de los determinantes sociales de la salud, pero el hecho de que para quedarse en casa hay que tener casa estalla entre nosotros, disruptivo, cuando se hace evidente que la infección se replica más y probablemente el pronóstico es peor, entre quienes peor viven. Pero no podemos sorprendernos por eso.
(De paso, si hubiéramos tenido verdaderamente presente la cuestión de los determinantes, que hace años venimos repitiendo en las clases, quizás se hubiera podido evitar a la sociedad la disyuntiva falaz y amenazante entre salud o economía).
Sabíamos, también, que el sistema desalienta o ignora la formación de capital humano en determinadas áreas. No hicimos nada útil, ¡durante décadas!, para tener enfermeras y enfermeros en cantidad y calidad adecuada, no para la pandemia, sino para obtener niveles mínimos de calidad en nuestros servicios sanitarios. Así que ahora es más fácil hacer prestidigitación con los números de camas y respiradores que enfrentar la simple realidad de que los objetos inanimados no funcionan sin personal capacitado y motivado: enfermeros, médicos, terapistas respiratorios; mayormente desalentados durante años a elegir especialidades con altos niveles de riesgo profesional y burn out, por las condiciones laborales habituales (remuneraciones y condiciones laborales, fundamentalmente). Pero también médicos de familia y especialistas en atención primaria -que, como lo hemos dicho ya tantas otras veces- sigue siendo una promesa incumplida en la salud pública argentina.
Ahora que se promociona tanto que el sistema de salud debe ir donde la gente vive, podemos hacer dos afirmaciones con bastante certeza: si el sistema tiene que ir, es porque no fue antes, al menos en una forma adecuada; y que la prédica de décadas sobre la importancia de los equipos multidisciplinarios en Salud comunitaria no fue mucho más allá del discurso.
Ojalá en un tiempo más podamos tener resultados de estudios sobre exceso de mortalidad. Podrá haber sorpresas. Pero ya sabemos un par de cosas sobre abandonar la atención de las patologías prevalentes, en un contexto de empeoramiento de las condiciones sociales; y también de las consecuencias del riesgo moral sobre la utilización de servicios, en un sistema de salud desarticulado, inequitativo y poco eficiente.
Está por verse cuánto de la imagen de nosotros mismos y nuestro sistema de salud que nos devuelve la pandemia, motivará cambios significativos en el sistema de Salud.
Después de todo, hasta Borges se preguntaba: “Hoy, al cabo de tantos y perplejos / años de errar bajo la varia luna, / me pregunto qué azar de la fortuna / hizo que yo temiera los espejos”3.
1 Modernidad líquida es un término introducido por Zigmund Bauman (1925-2017) en referencia a la disolución contemporánea de valores, guías y estructuras sociales, antes rígidas.
2 George Edward Pelham Box (1919-2013) estadístico, británico.
3 Fragmento de Los Espejos, poema de Jorge Luis Borges
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