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lunes, 7 de septiembre de 2020

LA PANDEMIA CAYO EN LA GRIETA. Artículo del Dr. Javier Vilosio

 


Por Javier O. Vilosio

Médico. Master en Economía y Ciencias Políticas. Docente

Probablemente era inevitable. La política argentina es un vórtice que todo lo devora, y, al final, nos devuelve más de lo mismo.

Alguien dijo alguna vez que solo los pesimistas cambian al mundo, porque los optimistas están contentos con lo que hay. Algunos, optimistas, quieren ver en esta crisis una oportunidad para repensar o reconstruir sobre bases diferentes algunas reglas básicas de nuestra convivencia social, en términos institucionales.

Es un hecho que hay una enorme cantidad de experiencias y aprendizajes que como comunidad podríamos -y deberíamos- utilizar para mejorar nuestras vidas en el futuro.

Aunque, diría un pesimista, el optimismo ante la pandemia es una actitud mucho más probable cuando uno no tiene que dedicar tiempo a deambular por guardias hospitalarias atestadas, pasar horas intentando comunicarse infructuosamente con el 148, lograr que su obra social le cubra un hisopado, esperar días y días para saber el resultado de un PCR (si es que no se perdió la muestra por el camino), o saber que alguien querido está sufriendo o muriendo en soledad. Solo por mencionar algunas de las tribulaciones directamente relacionadas con la enfermedad.

También, claro, si uno participa de algunos de los sectores de la economía que, a menos a nivel mundial (Argentina puede ser una excepción a todo…), resultarían “ganadores” en la crisis económica inherente a la pandemia.

En cualquier caso, es difícil sostener hoy, a cinco meses ya de distintas modalidades de aislamiento social o cuarentena, que saldremos mejores, como sociedad, de esta crisis global.

El espanto no nos unió. Quizás no es suficiente la dosis de espanto, o muy escasa la voluntad de unión. Demasiados actores socialmente visibles jugaron (y juegan) al uso extremo e inmoderado de palabras y conceptos efectistas pero insustanciales, insostenibles. O falsos.

La mala calidad de la política argentina, como práctica, y de muchos de sus protagonistas, así como de otros dirigentes sociales, funcionarios públicos, expertos varios y comunicadores, han ido empujando la información, los datos, las opiniones, las definiciones, hacia el mismo plano en que se debate habitualmente entre nosotros la puja político partidaria, hasta hacerlos, en muchos sentidos, indistinguibles.

La moderación es un valor perdido en la mayor parte del discurso público. Y la moderación arranca con la aceptación de la incertidumbre, la propia falibilidad y el reconocimiento de las voces ajenas. Pero entre nosotros la pandemia se ha integrado al discurso militante.

Y el discurso militante es, por definición, simple irrefutable, y verdadero. El militante no puede dudar, y está dispuesto a justificar hasta lo que no entiende o no comparte, porque cree que hacerlo es debilidad y, por lo tanto, fortalecer al adversario. El pensamiento militante subordina, inclusive, las consecuencias trágicas de una pandemia al interés político coyuntural. Los fines justifican los medios. La historia de la humanidad esta llena de ejemplos. Y también la de Argentina.

Un capítulo aparte debería dedicarse a los profesionales de salud que agitan sus certezas militantes en nombre, que ironía, de la “ciencia”. Algunos trataron de “estúpidos” y otros amenazaron con la muerte a quienes no comparten sus mismas convicciones.

Irónico lo de la ciencia, porque ciencia es lo contrario a certeza. Es justamente, su cuestionamiento metódico y autocrítico.

Pero, reconozcámoslo, la moderación tiene mala prensa en una sociedad que ama y repudia a sus líderes y sus gestas fundacionales con simétrica vehemencia.

Y aun así es imprescindible.

Millones de argentinos saldrán mucho peor de esta crisis: muchos vivirán menos, todos serán más pobres, sufrirán más enfermedades, vivirán en peores lugares, y tendrán menos educación y menos posibilidades laborales. La economía para ellos no es “un poco mas de ganancias”, sino subsistencia y futuro.

Mucho de ese sufrimiento podría ser menor si desde el principio gobernantes, dirigentes y expertos hubieran recordado aquella frase de Virchow: “Una epidemia es un fenómeno social que conlleva algunos aspectos médicos”.

Hoy, es imperioso reconocer que cuanto más de nuestra institucionalidad y convivencia social caigan en la grieta, más doloroso y aciago será el futuro para todos. Ojalá lo podamos evitar.

 

lunes, 3 de agosto de 2020

NI MAS NI MENOS CAMAS. LAS NECESARIAS.





por Eduardo Rodas - 3 de agosto 2020

Médico. Periodista Científico



En una pandemia rastrear los contactos, aislarlos y tomar las medidas de distanciamiento social básicas debería ser una política sanitaria sensata en cualquier país del mundo.

Dejar de lado el diagnóstico clínico no es conveniente. Quedar a la espera de los análisis complementarios que son escasos y que por su novedad no tienen la exactitud requerida y además arrojan resultados falsos positivos o falsos negativos entre la población lleva a diagnosticar con márgenes de error no deseables.

Y esta es una de las razones por las que las autoridades sanitarias de muchos países tomaron la política de aislar a todos los sanos con las consecuencias psíquicas, sociales y económicas que ello trae aparejado.

No cabe duda que rastrear los enfermos y los contactos en poblaciones de miles de millones personas es una tarea ciclópea. Y es ahí donde quedan al descubierto las falencias de casi todos los sistemas de atención de la salud del mundo.

Ni los sistemas públicos, ni los sistemas privados o mixtos e independientemente de su financiación, ni que dependan de

gobiernos democráticos, autoritarios, monárquicos, o con todas sus variantes y combinaciones, ninguno ha podido dar una respuesta rápida, ni eficiente ni eficaz.

Al igual de lo que sucede con la atención de las víctimas en masa, por ejemplo en las grandes catástrofes como terremotos, tsunamis, accidentes aéreos o de tren, derrumbes, etc. si no hemos pensado que pueden ocurrir no es posible que estemos preparados para la atención sanitaria de las víctimas.

Por eso se ha aprendido tanto de la medicina de guerra la cual a pesar de las desgraciadas circunstancias en que ocurre, ha permitido avances importantes en el diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de muchas enfermedades. La estrategia y la táctica militar prevé cómo afrontar las desgracias sanitarias de una guerra.

La pandemia del Covid-19 fue declarada y tratada como una guerra por muchos países. Pero no tenían ni la táctica ni la estrategia para enfrentarla. Sencillamente porque no la habían previsto. A pesar que pocos meses antes hubo simulaciones en una importante universidad de los Estados Unidos realizada por más que importantes líderes mundiales donde plantearon un escenario de infección a nivel mundial por un virus que después desgraciadamente fue realidad.

Si las naciones del mundo hubieran tenido planes para otras patologías infecciosas quizás podrían haber reaccionado de otra manera. Para organizar la asistencia médica en el terreno se necesitan de todos los resortes del Estado y la actividad extramural de los hospitales es fundamental.Los responsables de la Salud Pública son los que deben estar a cargo del diseño, planeamiento, cumplimiento y control de esas estrategias.

¿Cómo llegar a cientos de miles o millones de personas en las grandes ciudades o a miles de personas en barrios carenciados y marginales si nunca lo hemos hecho antes? Y si lo hicimos fue realizado a destiempo, en forma no continuada y sin los recursos humanos y materiales necesarios.

Po lo menos tomemos esta desgraciada experiencia de vivir con una pandemia con la humildad necesaria para reconocer errores y rectificar rumbos. Y pensar de antemano en las cosas que pueden ser necesarias para cuando estos imprevistos ocurren.

Salir a decir que hay hospitales sin inaugurar es de una bajeza extraordinaria. En todo el mundo el número de camas de internación hospitalaria ha disminuido. Y esto tiene su razón de ser. Hace 50 años las embarazadas operadas de una cesárea abdominal estaban de 10 a 15 días internadas. Hoy no pasan de las 48 hs. Las operaciones de vesículas biliares también tenían post operatorios prolongados. Hoy gracias a la cirugía laparoscópica pueden estar en su casa el mismo día de la operación. Y así hay cientos de ejemplos más. La cirugía mínimamente invasiva, la cirugía laparoscópica y la cirugía robótica han disminuido dramáticamente los días de internación de los pacientes.

También hay ejemplos en todas las especialidades de la medicina. Un paciente tuberculoso hasta los años 50 del siglo pasado estaba internado por años. Con el advenimiento de los antibióticos y de las medicinas específicas para esa enfermedad el tratamiento lo realizan en sus domicilios. Así fue que grandes hospitales de tuberculosos fueron reciclados para ser hospitales generales porque ya no tenían razón de ser.

¿Y entonces qué hacer cuando, ante una pandemia por una enfermedad infectocontagiosa, necesitamos más camas? ¿Lo hemos pensado antes?




Parece que China lo había pensado.
En pocas horas construyó un hospital modular de 1.000 camas con todos los recursos humanos y materiales necesarios para enfrentar la pandemia. Pasada la misma, el hospital se desarma hasta que vuelva a ser necesario.

Ante cualquier gran catástrofe con una gran cantidad de enfermos graves la Terapia Intensiva se transforma en un recurso crítico e indispensable. Y una vez más los recursos humanos y materiales son imprescindibles.

Siempre decimos que los recursos materiales con dinero se consiguen. Pero cómo y dónde. Otra vez la industria bélica desgraciadamente puede aportarnos una solución. ¿Tiene sentido tener miles y miles de tanques de guerra o de respiradores de terapia intensiva guardados en galpones por si hacen falta ?. Sería una locura. El mantenimiento de todo ese material y la rápida obsolescencia que tendría de acuerdo a los avances tecnológicos hace a esta idea inviable.

Durante la Segunda Guerra Mundial las grandes fábricas de autos de los Estados Unidos (y también alguna en Argentina en la década de 1950) estaban preparadas, y de hecho lo hicieron, para reconvertirse rápidamente y fabricar tanques, jeeps y hasta aviones en la cantidad que fuera necesaria.

En la actual pandemia algunas fábricas comenzaron a fabricar respiradores para Terapia Intensiva pero sin estar preparadas previamente para ello.

El tema más difícil como en toda actividad es la preparación del recurso humano. Podemos tener miles de respiradores pero ¿quién los va a manejar?




Alguna idea se puede aportar. Los médicos llamados intensivistas que son quienes están al frente de las Terapias Intensivas en todo el mundo tienen una actividad sumamente estresante y desgastante, con responsabilidades que muchas veces superan todo lo imaginable.

Mal remunerados, con guardias de 24 horas ininterrumpidas y con escasez de recursos se transforma en una tarea agotadora solamente suplida por la gran vocación de estos profesionales. Y en ellos involucro al personal médico, de enfermería, auxiliar, kinesiólogos, de mantenimiento y en fin, a todos aquellos que hacen al gran mundo de las Terapias.

Qué mejor oportunidad nos puede dejar este COVID-19 para empezar a cambiar la historia. Nuestras leyes laborales dicen que a igual trabajo igual remuneración. ¿Pero es igual el trabajo del personal de salud en una Terapia Intensiva que en un consultorio médico que atiende de 8 a 12 hs y de 14 a 20 hs.? Rotundamente no. Empecemos por diferenciar las remuneraciones de quienes tienen tareas y capacidades diferentes y muy específicas y que muy pocas personas están dispuestas a realizar.

¿Y cómo preparar ese recurso humano que tiene que estar dispuesto y preparado para trabajar en una catástrofe sanitaria y luego hibernar hasta que vuelvan a ser solicitados? Simplemente rotándolos en sus tareas. Disminuyendo las guardias a 12 hs ya duplicamos la necesidad de profesionales de Terapia Intensiva. Y en caso de una catástrofe volviendo a la guardia de 24 hs tenemos automáticamente el doble de recursos. En Alemania la mayoría de los centros sanitarios importantes tienen turnos de Guardia de 6 horas en las Terapias Intensivas.

Agregado a esto formar más especialistas intensivistas y permitir que se roten con los profesionales en actividad. Años sabáticos de 6 meses, por ejemplo, cumpliendo las funciones de clínicos o cardiólogos que perfectamente la pueden realizar. Una vez más y apelando a la desgraciada comparación militar, tener la reserva preparada para cuando deban actuar. Ya quedó comprobado que gran parte del personal de la primera línea de atención en las Terapias fue contagiado y hasta ofrendaron sus vidas en cumplimiento de su vocación y del Juramento Hipocrático que dignifica nuestra profesión desde hace mas de 2.000 años.




 

lunes, 4 de mayo de 2020

SIMILITUDES DE LAS BURBUJAS ECONÓMICAS Y LAS PANDEMIAS. Artículo del Dr. Jorge Renna





Director Educación Virtual AMA en Asociación Médica Argentina
Publicada el 2 de mayo de 2020


Las lecciones de la historia no deben tomarse con ligereza, ni sin cuestionamientos.
La vida económica está en un proceso constante de cambio, en consecuencia, una misma acción puede conducir a distintos resultados.

Historia de las BURBUJAS ECONÓMICAS
Las distintas crisis económicas, generadas la mayoría, por burbujas bursátiles, llevaron a padecimientos de distinta magnitud.

La crisis de los tulipanes fue la primera burbuja de la historia, generada en el siglo XVII antes del año 1637. Se generó especulación con el valor de los bulbos de tulipán, en los Países Bajos, cuyo precio alcanzó niveles exorbitantes, generando una burbuja económica y una crisis financiera de magnitud.

Siempre se intentará buscar en forma retroactiva, el motivo de “la locura de las multitudes” , como lo apodo Charles Mackay, pero es un anécdota el motivo, ya que el resultado devastador, cambia la forma de comportarse, aumenta la miseria, concentra la riqueza, aumenta la desocupación, aumenta la desesperanza.

A la burbuja de los Tulipanes, les siguieron varias en distintas geografías, a saber:
burbuja de los mares del Sur, Crack de 1929, burbuja financiera e inmobiliaria en Japón, crisis financiera asiática, la burbuja punto.com del 2000, la crisis económica de 2008, la burbuja inmobiliaria en España, el crack de las criptomonedas de 2018.

Como vemos permanentemente el sistema capitalista, va generando con bastante frecuencia, burbujas económicas. Se dice que apenas termina una burbuja, está naciendo la que sigue.

Ahora bien, ¿cuál es el resultado socio-psicológico-económico de una burbuja?
La burbuja puede destruir gran parte de la riqueza de un país, muchos puestos de trabajo y crear un desequilibrio generalizado, con una gran insatisfacción entre la población, la cual pierde gran parte del poder adquisitivo y calidad de vida que tenían.

Historia de las PANDEMIAS
"Los grandes asesinos de la historia son las bacterias y los virus, y en concreto los que han provocado las grandes epidemias de la historia. La Viruela, que acabó con más de 300 millones de personas, o el virus del sida o VIH, que ha matado a más de 35 millones". Basta repasar algunas de ellas cuyos resultados han diezmado países, desde:

430 a. C.-429 a. C.: La plaga de Atenas la cual mató a más de 150.000 personas

166: La peste antonina llega a Roma y se extiende por todo el Imperio Romano. Dura 15 años y cobra 5 millones de víctimas.

542: Una variante de la peste bubónica, llamada la plaga de Justiniano, azota el Imperio bizantino. En cuatro meses asesina entre 25 a 50 millones de víctimas, el 40 % de la población. Se extienden a África, Asia y Europa.

1347-1353: La pandemia de peste negra cobra alrededor de 200 millones de víctimas.

1918-1919: La gripe española (influenza virus A subtipo H1N1); de 50 a 100 millones de víctimas.

1957-1958: La gripe asiática, causada por el virus H2N2. murieron 2 millones de personas.

1968-1969: La gripe de Hong Kong (influenza virus A subtipo H3N2); 2 millones de víctimas.

1976: Primer brote epidémico de ébola, donde se detectaron 3418 casos y 2830 muertes con una tasa de letalidad del 83 %, principalmente en Zaire y Sudán.

1981 hasta hoy: pandemia de sida (más de 30 millones de muertes y sigue en aumento).

2009-2010: La pandemia de gripe A (H1N1) cobró la vida de entre 150.000 a 575.000 personas en el mundo.

2019-2020: Pandemia de COVID-19. Un nuevo tipo de coronavirus (SARS-CoV-2) fue detectado en el continente asiático a finales de 2019. En curso con mas de 3 millones de infectados

Hasta la fecha, las pandemias más  letales han sido, en este orden:   

Viruela, (mató 300 millones de personas) Sarampión, (200 millones) la mal llamada 'gripe española' de 1918, (entre 50 y 100 millones) la peste negra, (50 millones) La plaga de Justiniano (25 a 50 millones), el VIH (35 millones), Tifus (mato 4 millones), Cólera (mató 3 millones), Gripe de Hong Kong (mató 1 millón)

Ahora bien, ¿cuál es el resultado socio-psicológico-económico de una pandemia?

Las pandemias pueden destruir gran parte de la riqueza de un país, muchos puestos de trabajo y crear un desequilibrio generalizado, con una gran insatisfacción entre la población, la cual pierde gran parte del poder adquisitivo y calidad de vida que tenían.

Se pierde la esperanza, atada a los proyectos, que cada uno imaginaba. Como escribió un amigo Jorge Laborda Molteni, en un artículo "Solo el temor nos pone a resguardo, a veces, de esta trágica intemperie que vivimos" .

Las pandemias producen un síndrome de estrés postraumático, depresión, trastornos de ansiedad, igual que las burbujas. En las dos: burbujas y pandemias, se enriquecen los especuladores. Pero en una muere mucha gente. En esta que nos toca hoy, que como dice un amigo JLCS, es la caída de las fichas de dominó para varias industrias y sectores de la economía, solo falta conocer a la velocidad que caen las fichas y cuánto tiempo más seguirán cayendo…….

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