"EL NIÑO JECHÚ" por el Dr. Jorge Iza


Por el Dr. Jorge Iza

Médico cirujano

El Dr. Jorge Iza, “cirujano” como él se define, “del Hospital Pirovano y del Sirio Libanés”. Ambas instituciones de salud centenarias ubicadas en la Ciudad de Buenos Aires.

Miles de pacientes han sido asistidos durante su larga y brillante trayectoria. Y mi padre y en mi caso hemos estado bajo su bisturí.

Me realizó una colecistectomía en el año 1975 (creo que para esa época había sido el paciente más joven operado de vesícula biliar en Argentina) cuando recién tenía 25 años de edad. Y me salvó la vida. Lo cual ya me permitió vivir 50 años más.

Varias veces se lo he agradecido personalmente y hoy se lo agradezco públicamente. Como seguramente lo quisieran hacer esos miles de pacientes a los cuales le salvó la vida. De eso se trata la cirugía de todos los tiempos.

Hoy publico en la página principal uno más de sus recuerdos en su larga trayectoria hospitalaria.

Y les dejo los links para que puedan acceder a la sección Cuentos y Recuerdos de este blog para que se deleiten con la lectura de sus escritos de otra época de la Medicina Argentina y de algunas de sus vivencias personales.

Y una vez más, al querido Dr. Jorge Iza: “Muchas gracias !!!“

                                                                                                                Dr. Eduardo Rodas

 

EL NIÑO JECHÚ

Allá por el año 1964 transcurría en el Hospital Pirovano de la Ciudad de Buenos Aires la siguiente situación, llamémosle anécdota porque así fue.

Prácticamente vivía en la Sala de Traumatología un varón adulto mayor, mulato y ciego, llamado Belisario, quien padecía de una úlcera fagedenica de pierna varicosa la cual no le impedía deambular por los pasillos repitiendo que el veía al Niño Jechú. Siempre con el bastón en una mano y la otra con la palma hacia arriba esperando siempre una gratificación. 

Las religiosas del Hospital lo llevaban todas las mañanas a misa en la capilla a la cual acudía gustoso porque después le daban de comer, y siempre muy bien, y creían en su entender que era un poseído de gran misticismo.

No entendían que se trataba de un delirio.

El Jefe de Servicio no lo podía sacar dada las franquicias de la cual gozaba el mulato. Las monjas lo tenían comprometido. El cura también estaba comprometido por las circunstancias. 

Lo cierto es que el ciego alegraba a algunos y molestaba, por decir así, a los demás. 

Disfrutaba de buena comida al igual que los demás pacientes y no por sus privilegios.

También lo llevaban a la misa vespertina: siempre sus palabras eran para el Niño Jechú así pronunciado por él.

Vestía pantalones y saco negro, camisa siempre limpia gracias a las religiosas, porque como era de esperar se la manchaba a menudo.

Era muy alto y robusto beneficiado por su muy buena alimentación.

No tenía familia, nadie lo visitaba, sólo recibía el afecto de las religiosas y de muchos que se compadecían de él y en oportunidades lo acompañaban. Sin dudas fue un personaje inédito.

Pero quiso el destino que cierta noche ingresara en la sala al lado de su cama un paciente operado por guardia con diagnóstico de fracturas expuestas y todavía adormilado por los efectos de la anestesia, cuando el ciego lo percibe pregunta ¿Quién anda por ahí? Y un bromista le respondió: El Niño Jechú

Inmediatamente Belisario se incorporó y como pudo se acercó a la cama aferrado a su bastón y comenzó a tocar al paciente repitiendo: “ ….. el Niño Jechú vino ……  el Niño Jechú vino ……….. “

Pero cuando llegó al bigote del paciente grande fue su reacción.

No es el Niño. El Niño no tiene bigotes, es falso y comienza a darle con el bastón al pobre paciente quien aún medio dormido por la anestesia comienza a gritar con lo cual se provoca un tremendo altercado en una sala con 30 pacientes internados en un gran pabellón con doble filas de camas y pasillo al medio y al final la estación de enfermería de la cual salió corriendo el enfermero llamando inmediatamente a la guardia.

No fue nada fácil reducir al mulato pero con la ayuda de varios incluido el policía de turno, se lo enchalecó y con sedante intramuscular y así con lo puesto fue internado en el Borda de urgencia.

La cama que dejó estaba tapizada de estampas religiosas las cuales eran puestas por los familiares de los demás pacientes porque creían que él era un santón.

Al día siguiente el Jefe de Servicio enterado de los sucesos del día anterior se alegró de poder disponer de la cama de Belisario pero las religiosas fueron a quejarse en la Dirección.

No podían entender la gravedad de lo que pasó.

La guardia médica una vez más resolvió el conflicto.

Por averiguaciones posteriores se supo que Belisario la siguió pasando bien porque en el Hospital Psiquiátrico también había monjas las cuales lo recibieron con cariño y dicen que le compraron, con la plata que recogía Belisario con sus plegarias, una réplica del tamaño de un niño de plástico con la cual Belisario se sentía muy feliz indudablemente.

Por algo es el Borda. Los que trabajan allí, médicos enfermeras, enfermeros, religiosas, saben cómo manejarse.

Así fue. Así ocurrió. Dada mi edad no creo que exista en la actualidad algún testigo quien como yo participó de tremendo lío al decir de nuestro querido Papa Francisco.

Dr. Jorge Iza



 

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