lunes, 7 de septiembre de 2020

LA PANDEMIA CAYO EN LA GRIETA. Artículo del Dr. Javier Vilosio

 


Por Javier O. Vilosio

Médico. Master en Economía y Ciencias Políticas. Docente

Probablemente era inevitable. La política argentina es un vórtice que todo lo devora, y, al final, nos devuelve más de lo mismo.

Alguien dijo alguna vez que solo los pesimistas cambian al mundo, porque los optimistas están contentos con lo que hay. Algunos, optimistas, quieren ver en esta crisis una oportunidad para repensar o reconstruir sobre bases diferentes algunas reglas básicas de nuestra convivencia social, en términos institucionales.

Es un hecho que hay una enorme cantidad de experiencias y aprendizajes que como comunidad podríamos -y deberíamos- utilizar para mejorar nuestras vidas en el futuro.

Aunque, diría un pesimista, el optimismo ante la pandemia es una actitud mucho más probable cuando uno no tiene que dedicar tiempo a deambular por guardias hospitalarias atestadas, pasar horas intentando comunicarse infructuosamente con el 148, lograr que su obra social le cubra un hisopado, esperar días y días para saber el resultado de un PCR (si es que no se perdió la muestra por el camino), o saber que alguien querido está sufriendo o muriendo en soledad. Solo por mencionar algunas de las tribulaciones directamente relacionadas con la enfermedad.

También, claro, si uno participa de algunos de los sectores de la economía que, a menos a nivel mundial (Argentina puede ser una excepción a todo…), resultarían “ganadores” en la crisis económica inherente a la pandemia.

En cualquier caso, es difícil sostener hoy, a cinco meses ya de distintas modalidades de aislamiento social o cuarentena, que saldremos mejores, como sociedad, de esta crisis global.

El espanto no nos unió. Quizás no es suficiente la dosis de espanto, o muy escasa la voluntad de unión. Demasiados actores socialmente visibles jugaron (y juegan) al uso extremo e inmoderado de palabras y conceptos efectistas pero insustanciales, insostenibles. O falsos.

La mala calidad de la política argentina, como práctica, y de muchos de sus protagonistas, así como de otros dirigentes sociales, funcionarios públicos, expertos varios y comunicadores, han ido empujando la información, los datos, las opiniones, las definiciones, hacia el mismo plano en que se debate habitualmente entre nosotros la puja político partidaria, hasta hacerlos, en muchos sentidos, indistinguibles.

La moderación es un valor perdido en la mayor parte del discurso público. Y la moderación arranca con la aceptación de la incertidumbre, la propia falibilidad y el reconocimiento de las voces ajenas. Pero entre nosotros la pandemia se ha integrado al discurso militante.

Y el discurso militante es, por definición, simple irrefutable, y verdadero. El militante no puede dudar, y está dispuesto a justificar hasta lo que no entiende o no comparte, porque cree que hacerlo es debilidad y, por lo tanto, fortalecer al adversario. El pensamiento militante subordina, inclusive, las consecuencias trágicas de una pandemia al interés político coyuntural. Los fines justifican los medios. La historia de la humanidad esta llena de ejemplos. Y también la de Argentina.

Un capítulo aparte debería dedicarse a los profesionales de salud que agitan sus certezas militantes en nombre, que ironía, de la “ciencia”. Algunos trataron de “estúpidos” y otros amenazaron con la muerte a quienes no comparten sus mismas convicciones.

Irónico lo de la ciencia, porque ciencia es lo contrario a certeza. Es justamente, su cuestionamiento metódico y autocrítico.

Pero, reconozcámoslo, la moderación tiene mala prensa en una sociedad que ama y repudia a sus líderes y sus gestas fundacionales con simétrica vehemencia.

Y aun así es imprescindible.

Millones de argentinos saldrán mucho peor de esta crisis: muchos vivirán menos, todos serán más pobres, sufrirán más enfermedades, vivirán en peores lugares, y tendrán menos educación y menos posibilidades laborales. La economía para ellos no es “un poco mas de ganancias”, sino subsistencia y futuro.

Mucho de ese sufrimiento podría ser menor si desde el principio gobernantes, dirigentes y expertos hubieran recordado aquella frase de Virchow: “Una epidemia es un fenómeno social que conlleva algunos aspectos médicos”.

Hoy, es imperioso reconocer que cuanto más de nuestra institucionalidad y convivencia social caigan en la grieta, más doloroso y aciago será el futuro para todos. Ojalá lo podamos evitar.

 

miércoles, 2 de septiembre de 2020

EPIFANIAS CIENTIFICAS. UN OXIMORON.

Karis Mullis y John Vincent Atanasoff.

Por Eduardo Rodas 

Médico. Periodista Científico

2 de setiembre 2020

Tener una idea creativa no es un hecho que ocurra todos los días. A poetas, escritores, científicos y a cualquiera de nosotros nos ocurre muy de vez en cuando.

En general cuando uno pregunta dónde tuvo alguien una idea muchas respuestas coinciden: detenido en un semáforo, en la ducha, al despertar.

Para otros es como una epifanía, un hecho revelador en un momento de crisis que alumbra una idea que parece alocada y a veces hasta fuera de contexto.

Una epifanía, que etimológicamente significa manifestación, es un acontecimiento religioso y para muchas culturas corresponden a revelaciones en donde los profetas, chamanes, médicos brujos u oráculos interpretaban visiones más allá de este mundo.

Un oxímoron es una figura retórica que consiste en usar dos términos que se contradicen o son incoherentes y en sentido literal son opuestos y absurdos y genera un tercer concepto. Son ejemplos de un oxímoron: helado caliente, un instante eterno, apresúrate lentamente, luz oscura, gloria triste, vida muerta, hielo abrasador, fuego helado, un sol negro.

Si la epifanía es un hecho religioso, la que tienen los científicos es un oxímoron, serían epifanías seculares es decir no religiosas, casi profanas.

Muchos científicos tuvieron ideas brillantes en momentos de epifanía secular. Dos de ellos son Karis Mullis y John Vincent Atanasoff.

Karis Mullis

Karis Bank Mullis fue un bioquímico estadounidense que nació en Lenoir, Carolina del Norte el 28 de diciembre de 1944 y falleció el 7 de agosto de 2019 a los 74 años en Newport Beach, California. Fue Premio Nobel de Química en 1993 debido a que inventó la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés Polymerase Chain Reaction). La polimerasa es la enzima que interviene en las sucesivas duplicaciones del ADN que son necesarias para realizar la PCR.

Este proceso es el que ocurre cuando nos realizan un análisis de PCR para detectar un virus de ADN o de ARN: tienen que multiplicarlo unas 30 veces para que puedan ser detectados.

Mullis se graduó en Ciencias en 1966 y en 1973 terminó su doctorado en la Universidad de Berkeley, California.

Fue un científico no convencional. Tuvo una carrera científica discontinua, con diversas interrupciones durante las cuales se dedicaba a otras actividades. Hasta que un día asistió a un seminario en el que explicaban cómo se podía sintetizar químicamente el ADN. Esa charla lo marcó en su carrera como científico y meses después entró a trabajar en la empresa biotecnológica Cetus, donde alcanzaría el éxito con la invención de la PCR. También fue la primera y única vez hasta ahora que un científico alcanza el Premio Nobel trabajando solamente en una empresa privada.

La PCR convirtió en una rutina la investigación de la secuencia genética, permitiendo la lectura completa del genoma humano. Hoy en día su hallazgo se encuentra en el catálogo de los avances más influyentes de la historia de la ciencia por los adelantos que permitió en la biología molecular debido a que facilita obtener in vitro (no en vivo) millones de copias de un fragmento de ácido desoxirribonucleico (ADN) a partir de una sola molécula. Así es como los científicos pueden obtener muchas copias de un segmento de un ADN en particular partiendo de una cantidad mínima de muestra.

La enzima que se utilizaba para duplicar el ADN provenía de la bacteria Escherichia coli y como había que calentar hasta los 90 grados para separar las cadenas del ADN, esa enzima se destruía por la temperatura alta. Y había que reponerla en cada ciclo de duplicación. Esta enzima fue reemplazada por la polimerasa de las bacterias termófilas Thermus aquaticus, las cuales viven en los geisers del Parque Nacional de Yellowstone, EE. UU., y resiste temperaturas de hasta 95 grados centígrados. Y el proceso de duplicación se simplificó enormemente.

Mullis fue reconocido con 10.000 dólares por la empresa y en 1992 Cetus vendió las patentes a la farmacéutica Hoffmann-La Roche de Suiza por 300 millones de dólares.

Actualmente la PCR es una técnica ampliamente extendida y generalmente indispensable en laboratorios de investigación médica y de biología. Gracias a este proceso de duplicación del ADN podemos, por ejemplo, identificar personas en genética forense, detectar enfermedades infecciosas, diagnosticar trastornos hereditarios y llevar a cabo muchas investigaciones científicas.

Kary Mullis, además de no convencional, fue un personaje excéntrico. Cuenta su epifanía secular en un relato sobre cómo concibió su invento, mientras conducía de noche su auto: “…emocionado, comencé a calcular potencias de dos en mi cabeza: dos, cuatro, ocho, dieciséis, treinta y dos. Recordé vagamente que dos elevado a la diez era aproximadamente mil y que, por lo tanto, dos a la veinte era alrededor de un millón. Detuve el coche en un desvío sobre el valle de Anderson, (160 km al norte de San Francisco). Saqué lápiz y papel de la guantera. Necesitaba comprobar mis cálculos. Jennifer, mi soñolienta pasajera, protestó aturdida por la parada y la luz, pero exclamé que había descubierto algo fantástico…”.”…mi mente regresó al laboratorio. Las cadenas de ADN se enrollaron y flotaron. Espeluznantes imágenes azules y rosas de moléculas se inyectaron en algún lugar entre la carretera y mis ojos. No dormí esa noche. A la mañana siguiente había diagramas de reacciones de PCR por todas partes”.

Cuando se le ocurrió usar la polimerasa de ADN, mientras manejaba rumbo a su cabaña, se dio cuenta del potencial del procedimiento y tuvo que detenerse en la milla 46,7 de la carretera 128 para verificar cuántos ciclos del procedimiento necesitaba para obtener mil millones de copias del fragmento de ADN. La novia de Mullis de aquel entonces, que iba dormida en el auto, no se emocionó con la idea, ni en ese momento ni después. Mullis recuerda:”Ninguno de mis amigos o colegas se entusiasmó con el potencial que tenía el proceso. Yo siempre tenía ideas descabelladas, y esta quizás era igual a la de la semana pasada. Pero no. Era diferente”.

John Vincent Atanasoff

John Vincent Atanasoff nació el 4 de octubre de 1903 en Hamilton, Nueva York y falleció el 15 de junio de 1995 en Maryland, EE. UU. Sus trabajos fueron fundamentales para el desarrollo de la computadora digital. Fue un destacado ingeniero electrónico, hijo de un inmigrante búlgaro también ingeniero electrónico y su madre fue una maestra de escuela con una habilidad natural en matemática. Cuando John tenía nueve años aprendió a usar la regla de cálculos de su padre y estudió trigonometría, cálculo y física.

Atanasoff enseñó en el Iowa State College y obtuvo su doctorado en física teórica en la Universidad de Wisconsin.

Entre los premios que recibió por sus trabajos en computación figuran: Order of Cyril and Methodius, Fist Class, que significa el honor más alto para los científicos de Bulgaria, en 1970, y dos doctorados honorarios en ciencias.

En 1939 con una subvención de 650 dólares y la asistencia de un estudiante recién graduado Clifford Berry construyó el prototipo de la computadora Atanasoff Berry Computer (ABC). Su trabajo inspiró a John Mauchly quien construyó la computadora ENIAC lo cual generó un juicio por patentes de invención, que el Juez Larson del Tribunal Federal de los EE. UU. en 1973 resolvió a favor de John Vincent Atanasoff pasando así a ser el inventor del concepto de “computadora automática digital”.

Con algún conocimiento sobre Babagge y Pascal, Atanasoff comenzó un extenso estudio sobre las posibilidades de la tecnología en computación. “Comencé a entrar en una tortura” explicó años después.

Los siguientes dos años de su vida fueron difíciles. Pensó y pensó acerca de ese tema. Finalmente, en una secuencia dramática, Atanasoff fue inspirado con las contestaciones a sus preguntas. Su testimonio es el siguiente: “Una noche en el invierno de 1937, mi cuerpo entero se atormentaba para tratar de resolver los problemas de la máquina. Subí a mi automóvil y conduje a altas velocidades por largo tiempo ya que no podía controlar mis emociones”. Esa noche él estaba excesivamente atormentado y condujo sin parar 150 km a través de Iowa hacia Illinois, cerca del río Mississipi. “Yo sabía que tenía que parar”, dijo Atanasoff. Paró en una taberna y pidió una bebida. En la taberna “las cosas parecían que estaban bien, agradables y tranquilas” y su tormento de dos años allí desapareció. El enredo de pensamientos e inspiraciones que lo habían atormentado por dos años de repente se cristalizó en cuatro definidas soluciones al problema de la computación electrónica. Atanasoff decidió que incorporaría en una computadora electrónica digital los siguientes elementos: “el código binario (ceros y unos), la lógica booleana, el cálculo serial y la memoria en base a condensadores”.

En 1941 John V. Atanasoff tuvo funcionando la primera computadora en la Universidad del Estado de Iowa.

Con el progreso de la computación digital, de la cual Atanasoff fue un precursor, se pudieron realizar los trabajos científicos para descifrar el código genético humano.

El ser humano tiene 23 pares de cromosomas dentro del núcleo de nuestras células. Los cromosomas tienen unos 30.000 genes los cuales tienen 3.000 millones de bases nitrogenadas (la adenina, la guanina, la timina y la citosina) que forman el ADN. Allí se guardan todos los secretos de nuestra herencia y las instrucciones necesarias para fabricar las proteínas.

Al realizar un análisis de PCR para el Covid-19 lo que permite es detectar un fragmento del material genético del virus. La PCR es de uso común y rutinario en los laboratorios de microbiología de hospitales, centros de investigación y universidades en todo el mundo. Se basa en la multiplicación del ADN o del ARN para poder ser detectado ese fragmento muy pequeño pero multiplicado miles de veces como material del virus.

Las epifanías seculares de Kullis y Atanasoff se unieron para permitir avances de la ciencia que pocas décadas atrás eran imposibles de ser realizados.

martes, 18 de agosto de 2020

¿COMO SE DIAGNOSTICA EL CORONAVIRUS?

 

Dr. Eduardo Rodas  

Médico. Periodista Científico

18 de agosto. 2020

 

El cuerpo humano convive permanentemente y desde épocas ancestrales con gérmenes, microorganismos, parásitos, hongos, bacterias y virus. Y genera defensas para que esa convivencia no se convierta siempre en enfermedad.

Se establece así un campo de lucha entre los gérmenes que entran y las células del cuerpo que están encargadas de defendernos y que se dirime en el campo de la inmunidad.

Creamos anticuerpos que nos defienden de los antígenos que nos atacan y cuando ese ataque se transforma en enfermedad hasta puede costarnos la vida.

Cuando hablamos de los virus nos referimos a los microorganismos más pequeños que nos pueden invadir. Tan pequeños que ni siquiera tienen vida. Utilizan parte de los mecanismos que nos da la vida para multiplicarse y así poder sobrevivir.

Es decir que el virus invade y penetra en nuestras células y utiliza el mecanismo reproductor de las células para multiplicarse y expandirse por todo el cuerpo humano.

Para prevenirnos de estas enfermedades que pueden provocar los virus, y también otros gérmenes, se han creado las vacunas.

Al aplicarnos una vacuna lo que ocurre es que se “simula” una enfermedad en nuestro cuerpo y por eso creamos las defensas necesarias y a ese proceso lo llamamos inmunidad. Vamos a tener las defensas preparadas para cuando el virus real nos ataque.

Estos procesos ocurren en elementos biológicos muy pequeños llamados ADN y ARN que son las siglas de dos ácidos: el acido desoxiribonucleico y el ácido ribonucleico.

Cuanto más intentemos explicar más palabras difíciles van a aparecer.

Por eso el valor de estos tres videos del Dr. Luis Montoliu licenciado y doctor en Ciencias Biológicas en la Universidad de Barcelona. Tuvo actividades postdoctorales en el Laboratorio del Profesor Günther Schütz en el Centro Alemán de Investigaciones sobre el Cáncer en Heidelberg, Alemania, y en el Laboratorio Profesor Fátima Bosch en la Universidad Autónoma de Barcelona.

Que gente experta pueda explicar con esta simpleza es toda una virtud.

Los invito a ver los videos y estoy seguro que después se comprenderá mejor como funciona todo este apasionante mundo que ocurre en nosotros sin que siquiera estemos enterados.



¿Cómo diagnosticar coronavirus con la técnica RT-PCR? 

Duración: 6 minutos




¿Cuál es el origen de los sistemas CRISPR?

Duración: 14 minutos



¿Cómo las herramientas CRISPR sirven también para detectar y atacar al coronavirus?

Duración: 10 minutos



En el ADN hay cuatro nucleótidos o bases: adenina (A), citosina (C), guanina (G) y timina (T)

Estas bases forman siempre pares específcos: la A se une con la T y la G se une con la C

En el ARN el uracilo (U) reemplaza a la timina (T)

Estas cinco letras son el pilar fundamental para la vida y la transmisión de la herencia y es tan extraordinario que si hubiera sido hecho por un artista sería sencillamente maravilloso.

 

 



lunes, 3 de agosto de 2020

NI MAS NI MENOS CAMAS. LAS NECESARIAS.





por Eduardo Rodas - 3 de agosto 2020

Médico. Periodista Científico



En una pandemia rastrear los contactos, aislarlos y tomar las medidas de distanciamiento social básicas debería ser una política sanitaria sensata en cualquier país del mundo.

Dejar de lado el diagnóstico clínico no es conveniente. Quedar a la espera de los análisis complementarios que son escasos y que por su novedad no tienen la exactitud requerida y además arrojan resultados falsos positivos o falsos negativos entre la población lleva a diagnosticar con márgenes de error no deseables.

Y esta es una de las razones por las que las autoridades sanitarias de muchos países tomaron la política de aislar a todos los sanos con las consecuencias psíquicas, sociales y económicas que ello trae aparejado.

No cabe duda que rastrear los enfermos y los contactos en poblaciones de miles de millones personas es una tarea ciclópea. Y es ahí donde quedan al descubierto las falencias de casi todos los sistemas de atención de la salud del mundo.

Ni los sistemas públicos, ni los sistemas privados o mixtos e independientemente de su financiación, ni que dependan de

gobiernos democráticos, autoritarios, monárquicos, o con todas sus variantes y combinaciones, ninguno ha podido dar una respuesta rápida, ni eficiente ni eficaz.

Al igual de lo que sucede con la atención de las víctimas en masa, por ejemplo en las grandes catástrofes como terremotos, tsunamis, accidentes aéreos o de tren, derrumbes, etc. si no hemos pensado que pueden ocurrir no es posible que estemos preparados para la atención sanitaria de las víctimas.

Por eso se ha aprendido tanto de la medicina de guerra la cual a pesar de las desgraciadas circunstancias en que ocurre, ha permitido avances importantes en el diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de muchas enfermedades. La estrategia y la táctica militar prevé cómo afrontar las desgracias sanitarias de una guerra.

La pandemia del Covid-19 fue declarada y tratada como una guerra por muchos países. Pero no tenían ni la táctica ni la estrategia para enfrentarla. Sencillamente porque no la habían previsto. A pesar que pocos meses antes hubo simulaciones en una importante universidad de los Estados Unidos realizada por más que importantes líderes mundiales donde plantearon un escenario de infección a nivel mundial por un virus que después desgraciadamente fue realidad.

Si las naciones del mundo hubieran tenido planes para otras patologías infecciosas quizás podrían haber reaccionado de otra manera. Para organizar la asistencia médica en el terreno se necesitan de todos los resortes del Estado y la actividad extramural de los hospitales es fundamental.Los responsables de la Salud Pública son los que deben estar a cargo del diseño, planeamiento, cumplimiento y control de esas estrategias.

¿Cómo llegar a cientos de miles o millones de personas en las grandes ciudades o a miles de personas en barrios carenciados y marginales si nunca lo hemos hecho antes? Y si lo hicimos fue realizado a destiempo, en forma no continuada y sin los recursos humanos y materiales necesarios.

Po lo menos tomemos esta desgraciada experiencia de vivir con una pandemia con la humildad necesaria para reconocer errores y rectificar rumbos. Y pensar de antemano en las cosas que pueden ser necesarias para cuando estos imprevistos ocurren.

Salir a decir que hay hospitales sin inaugurar es de una bajeza extraordinaria. En todo el mundo el número de camas de internación hospitalaria ha disminuido. Y esto tiene su razón de ser. Hace 50 años las embarazadas operadas de una cesárea abdominal estaban de 10 a 15 días internadas. Hoy no pasan de las 48 hs. Las operaciones de vesículas biliares también tenían post operatorios prolongados. Hoy gracias a la cirugía laparoscópica pueden estar en su casa el mismo día de la operación. Y así hay cientos de ejemplos más. La cirugía mínimamente invasiva, la cirugía laparoscópica y la cirugía robótica han disminuido dramáticamente los días de internación de los pacientes.

También hay ejemplos en todas las especialidades de la medicina. Un paciente tuberculoso hasta los años 50 del siglo pasado estaba internado por años. Con el advenimiento de los antibióticos y de las medicinas específicas para esa enfermedad el tratamiento lo realizan en sus domicilios. Así fue que grandes hospitales de tuberculosos fueron reciclados para ser hospitales generales porque ya no tenían razón de ser.

¿Y entonces qué hacer cuando, ante una pandemia por una enfermedad infectocontagiosa, necesitamos más camas? ¿Lo hemos pensado antes?




Parece que China lo había pensado.
En pocas horas construyó un hospital modular de 1.000 camas con todos los recursos humanos y materiales necesarios para enfrentar la pandemia. Pasada la misma, el hospital se desarma hasta que vuelva a ser necesario.

Ante cualquier gran catástrofe con una gran cantidad de enfermos graves la Terapia Intensiva se transforma en un recurso crítico e indispensable. Y una vez más los recursos humanos y materiales son imprescindibles.

Siempre decimos que los recursos materiales con dinero se consiguen. Pero cómo y dónde. Otra vez la industria bélica desgraciadamente puede aportarnos una solución. ¿Tiene sentido tener miles y miles de tanques de guerra o de respiradores de terapia intensiva guardados en galpones por si hacen falta ?. Sería una locura. El mantenimiento de todo ese material y la rápida obsolescencia que tendría de acuerdo a los avances tecnológicos hace a esta idea inviable.

Durante la Segunda Guerra Mundial las grandes fábricas de autos de los Estados Unidos (y también alguna en Argentina en la década de 1950) estaban preparadas, y de hecho lo hicieron, para reconvertirse rápidamente y fabricar tanques, jeeps y hasta aviones en la cantidad que fuera necesaria.

En la actual pandemia algunas fábricas comenzaron a fabricar respiradores para Terapia Intensiva pero sin estar preparadas previamente para ello.

El tema más difícil como en toda actividad es la preparación del recurso humano. Podemos tener miles de respiradores pero ¿quién los va a manejar?




Alguna idea se puede aportar. Los médicos llamados intensivistas que son quienes están al frente de las Terapias Intensivas en todo el mundo tienen una actividad sumamente estresante y desgastante, con responsabilidades que muchas veces superan todo lo imaginable.

Mal remunerados, con guardias de 24 horas ininterrumpidas y con escasez de recursos se transforma en una tarea agotadora solamente suplida por la gran vocación de estos profesionales. Y en ellos involucro al personal médico, de enfermería, auxiliar, kinesiólogos, de mantenimiento y en fin, a todos aquellos que hacen al gran mundo de las Terapias.

Qué mejor oportunidad nos puede dejar este COVID-19 para empezar a cambiar la historia. Nuestras leyes laborales dicen que a igual trabajo igual remuneración. ¿Pero es igual el trabajo del personal de salud en una Terapia Intensiva que en un consultorio médico que atiende de 8 a 12 hs y de 14 a 20 hs.? Rotundamente no. Empecemos por diferenciar las remuneraciones de quienes tienen tareas y capacidades diferentes y muy específicas y que muy pocas personas están dispuestas a realizar.

¿Y cómo preparar ese recurso humano que tiene que estar dispuesto y preparado para trabajar en una catástrofe sanitaria y luego hibernar hasta que vuelvan a ser solicitados? Simplemente rotándolos en sus tareas. Disminuyendo las guardias a 12 hs ya duplicamos la necesidad de profesionales de Terapia Intensiva. Y en caso de una catástrofe volviendo a la guardia de 24 hs tenemos automáticamente el doble de recursos. En Alemania la mayoría de los centros sanitarios importantes tienen turnos de Guardia de 6 horas en las Terapias Intensivas.

Agregado a esto formar más especialistas intensivistas y permitir que se roten con los profesionales en actividad. Años sabáticos de 6 meses, por ejemplo, cumpliendo las funciones de clínicos o cardiólogos que perfectamente la pueden realizar. Una vez más y apelando a la desgraciada comparación militar, tener la reserva preparada para cuando deban actuar. Ya quedó comprobado que gran parte del personal de la primera línea de atención en las Terapias fue contagiado y hasta ofrendaron sus vidas en cumplimiento de su vocación y del Juramento Hipocrático que dignifica nuestra profesión desde hace mas de 2.000 años.




 

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